Resucitado y levantado: Mensaje de Pascua de la Obispa Presidente de la Iglesia Episcopal

La tumba está vacía, y nadie sabe dónde está el cuerpo. María Magdalena les dice a los demás acerca de la misteriosa desaparición, pero se dan por vencidos y vuelven a casa. María se queda atrás, llorando, y luego no reconoce el resucitado ante ella. Al pasar los días, cada encuentro del resucitado se inicia en la sorpresa o el anonimato – los discípulos pescando toda la noche sin lograr coger pescados, Jesús cocinando desayuno en la playa, los dos con rumbo a Emaús. Nadie le reconoce a primera vista.

Es evidente que el cuerpo resucitado no es idéntico al del Jesús que fue crucificado. Las personas lo confunden con un extraño. Él entra en habitaciones cerradas. Camina por el camino a Emaús por un largo tiempo sin ser reconocido. Crucifixión, muerte y resurrección resultan en un cuerpo transformado –  con cicatrices evidentes, pero no obstante cambiado. Cuando Él  recuerda a otros del banquete de Dios, esto significó que era para todo el mundo – cuando los seres humanos son alimentados y se les da agua, son liberados de la cárcel, reunidos desde el exilio en toda la tierra, sanados y reconciliados en una comunidad de paz – sus compañeros descubren que una vez ha estado en medio de ellos.

¿Qué realmente significó esa resurrección para el Cuerpo de Cristo del cual formamos parte?  ¿Cómo el cuerpo resucitado de Cristo – lo que a menudo llamamos la iglesia – diferente del crucificado? Ese cuerpo parece estar más vivo cuando vive más cerca de la realidad del  Viernes Santo y el misterio de la Pascua. En el Occidente, este cuerpo ha sufrido una gran cantidad de muerte en las últimas décadas. Está disminuida, algunos dirían maltratado, cada vez perforado por la apatía y burlado por aborrecedores refinados. Ese cuerpo tiene un poco parecido a las imágenes reales de la historia reciente – aunque, como Jesús, está siendo burlada. El cuerpo recuerda y se aflige, como el cuerpo de Israel clamando en el desierto, "¿por qué nos has traído hasta aquí para morir?" O el cuerpo crucificado que clama: " Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?", o "¿Por qué nos abandonaste?  "En otros contextos, el Cuerpo de Cristo está literalmente muriendo y derramando su sangre vital - en Pakistán y Sudán, en Irak y Egipto – y en esas antiguas palabras de Tertuliano, la sangre de los mártires está convirtiéndose en la semilla de la iglesia.

El Cuerpo de Cristo está levantándose hoy en donde está creciendo menos egocéntrico y enfocado hacia el interior, y viviendo con el corazón hacia lo cósmico y eterno, su atención se centrada intensamente en el amor a Dios y al prójimo. Este cuerpo está levantándose para estar en solidaridad con los criminales condenados a muerte, con las viudas y los huérfanos, con el pueblo de la tierra que esclavizan sobre surcos y campos de lechuga para alimentar al mundo. Este cuerpo se encuentra pasando por paredes y límites que siempre han sido empleados mal para mantener al llamado  “ justo” lejos de todo aquello que no es "seguro" y "puro". El cuerpo se reconoce cuando los hambrientos son alimentados –  en la orilla del lago con un pez asado, en el camino a Emaús, en las esquinas de la calle y los parques de la ciudad, en las despensas de alimentos y cocinas abiertas, en alimentar  naciones vecinas y antiguos enemigos, y como el cuerpo se reúne una vez más para recordar su identidad y origen – Cristo ha resucitado por el bien de toda la creación.

¿Dónde y cómo vamos a buscar el Cuerpo de Cristo, resucitado y levantado? ¿Vamos a compartir la vida de ese cuerpo como un pueblo de pascua, transformado por la resurrección y enviados a transformar el mundo a su vez?

Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! ¡Aleluya!, ¡Cristo ha resucitado!

 

Reverendísima Katharine Jefferts Schori

Obispa Presidente y Primado

La Iglesia Episcopal

Pascua del 2014