Acompañemos a Jesús en su camino: Un mensaje de Semana Santa de la Obispo Gayle E. Harris

Palm crosses Cuando Jesús entró en Jerusalén en medio de palmas y gritos de alabanza, los romanos y los líderes religiosos del momento se mostraron temerosos. En los 150 años anteriores, el pueblo de Jerusalén había tenido tales procesiones sólo dos veces en un lapso de 20 años. Los macabeos habían llevado las rebeliones de los pueblos de Israel contra sus conquistadores sirios. Sus victorias militares habían restaurado el templo y la ciudad a la nación judía. Es por esa razón que al ver a Jesús entrando en Jerusalén de una manera similar, el liderazgo del día vio esa entrada como una procesión de victoria, temiendo que de nuevo se desencadenaran luchas con consecuencias sociales y políticas.
    
Estos líderes instaron a Jesús a que silenciara al pueblo. Al negarse a hacerlo, Jesús selló su destino. Había nacido para ello. Había venido a este mundo para desafiar a los sistemas políticos, sociales y religiosos que dominaban, explotaban y oprimían a los pobres, a los ancianos, a las mujeres, a los niños, a los discapacitados y a los marginados. Al igual que los macabeos, Jesús había venido a conquistar. Pero a diferencia de los macabeos, Jesús no había venido con el poder de la espada, sino con el poder del amor de Dios.  Jesús no buscaba dominar los sistemas de la época. Él Vino señalando hacia Dios. Vino buscando la transformación de este mundo la cual se logra al abrazar el deseo de Dios de misericordia, de justicia y de reconciliación.

Jesús estaba absolutamente convencido y comprometido con la voluntad y la visión del Padre, y con una nueva realidad irrumpiendo en este mundo. Se dio cuenta de que el poder de los líderes perjudicaba y destruía a los débiles y a los indefensos. La nueva realidad que nos trajo es saber que todos y todas somos miembros de la familia de Dios. Jesús proclamó el Reino de Dios, un reino donde todos y todas somos iguales, donde todos y todas somos bienvenidos y bienvenidas a la mesa, donde la generosidad y la misericordia superan la pobreza y el egoísmo, donde el perdón triunfa sobre la enemistad y la violencia, donde se ora por los enemigos y por los que acosan y maltratan al prójimo. 

El domingo de Ramos y la Semana Santa nos invitan a unirnos a Jesús en la procesión de la victoria de Dios, una jornada hacia una victoria que ni siquiera la muerte puede destruir. Jesús será testigo y servidor del amor de Dios y de la justicia, todo el camino hacia la cruz y hacia la tumba.

The Rt. Rev. Gayle Elizabeth Harris
Obispo Sufragánea

PHOTO:  iStockphoto.com